REAL ACADEMIA DE
BELLAS ARTES DE
SAN FERNANDO
c/ Alcalá, 13
CALCOGRAFÍA Y
taller de vaciados
VISITA
EL MARTES 10 DE FEBRERO A
LAS 11,00
Actividad de la Asociación de
Alumnos y Profesores Cepa-Pozuelo
Inscripciones Conserjería Cepa
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vaciados históricos en
yeso utilizados como modelos clásicos en la formación de los artistas. Mantiene
una tradición que se remonta a los primeros años de fundación de la Academia
cuando se encontraba ubicada en la Real Casa de la Panadería en la Plaza Mayor
de Madrid.
Desde sus orígenes en
1752 con el nombre de Real Academia de
Nobles Artes de San Fernando, esta institución tuvo especial interés
en reunir una galería de esculturas en yeso, vaciadas de las más conocidas y
apreciadas de la Antigüedad Clásica, que servirían para la formación de los
alumnos.
Siguiendo las pautas de otras academias europeas, el escultor Juan Domingo
Olivieri elaboró una lista de las principales obras que deberían adquirirse en
Roma. Pretendía de este modo traer vaciados del Vaticano, donde los artistas
admiraban y copiaban desde el siglo XVI las esculturas del Belvedere. Hizo
igualmente una selección de las que deseaba adquirir en el Museo Capitolino.
Finalmente, elaboró una minuciosa lista de esculturas en los principales palacios
de Roma y colecciones como la de los Ludovisi, los Borghese y otras familias
que habían acumulado un importante número de obras antiguas.
Pero más a mano que los yesos romanos estaban los de las colecciones de
Cristina de Suecia y el marqués del Carpio, que habían sido adquiridas apenas
unos años antes por Felipe V e Isabel de Farnesio para decorar su palacio en la
Granja de San Ildefonso. De este modo llegaron a la Academia de San Fernando,
en su antigua sede de la Casa de la Panadería, el Fauno del cabrito y el Grupo de San Ildefonso, que se consideraban las dos obras maestras de la
colección real en aquél momento.
Paralelamente consiguen los profesores de la Academia de San Fernando que el
rey les ceda los vaciados de yeso que casi un siglo antes había traído de
Italia el pintor de cámara Diego Velázquez. De este modo se incorporan a lo que
va a ser poco a poco una importante colección obras como el Hércules Farnese y laFlora Farnese, junto a otras que
fueron restauradas por el escultor Felipe de Castro.
Goya
Goya, pintor que
maduró con la Ilustración y abrió paso a las formas y temas del arte
contemporáneo, estuvo muy vinculado durante su larga vida a la Real Academia,
que conserva un excepcional conjunto de pinturas muy representativo de sus
distintas etapas.
Las 13 obras de Goya en el Museo de la Academia quedan encuadradas entre
dos de sus autorretratos: el Goya joven ante el caballete, y el de busto,
contemporáneo del que conserva el Museo del Prado con el pintor próximo a
cumplir los 70 años.
Su relación personal con miembros ilustres de la cultura de su tiempo quedó
plasmada en numerosos retratos, género en el que Goya fue profundamente
innovador. La Academia conserva excelentes retratos de tres figuras destacadas
y amigos personales del maestro: Leandro Fernández de Moratín, Juan de
Villanueva y José Munárriz. A ellos se une el de la gran actriz "La
Tirana", que refleja el amor de Goya por el teatro. De signo diferente es
el retrato ecuestre de Fernando VII, encargo oficial de la Academia, así como
el del favorito Manuel Godoy en el apogeo de su poder.
Especialmente significativo es el conjunto de las cinco tablas de pequeño
formato: El entierro de la sardina, Procesión de disciplinantes, Corrida de
toros, La casa de locos, El Tribunal de la Inquisición. Son obras consideradas
como "cuadros de gabinete" en los que Goya dejaba libre curso, en sus
propias palabras, "al capricho y la invención".
Doce de estas pinturas llegan a la colección de la Academia en el siglo XIX en
diversas fechas y circunstancias (legados testamentarios, donaciones y, en el
caso del retrato de Godoy, desde sus propiedades confiscadas). Ya en nuestros
días adquiere la Academia –gracias a la Herencia Guitarte – el espléndido
Autorretrato ante el caballete.
El primer contacto de Goya con la Academia tiene lugar en 1763, cuando el joven
pintor se presenta al concurso trienal convocado por la institución. Concurso
en el que no tiene éxito, siendo su compañero Gregorio Ferro el que consigue la
pensión para Roma. Este contratiempo le lleva a solicitar ayuda de su paisano
Francisco Bayeu, amigo de su padre y pintor introducido en la Corte, como más
tarde recordará el propio Goya.
Tres años después, se presenta nuevamente al concurso de la Academia, optando
en este momento al premio de 1ª clase. Su estilo personal no es apreciado por el jurado, que otorga el premio en
esta ocasión a Ramón Bayeu.